Muchos entramos en cólera cuando vemos cómo perdemos el autobús a cámara lenta, pensamos ¿qué más le dará esperar diez segundos y recogerme si otras veces vemos cómo llegamos tarde a nuestro destino porque va parando en cada parada y recogiendo a los rezagados? Recuerdas a ese chico empanado de la vida con los auriculares puestos, absorto en su mundo, estas convencido de que se ha ganado a pulso quedarse en tierra por ir tan lento o esa señora que parece que va paseando, mientras que cuando tú corres arriesgando tu vida a través del tráfico, te cierran la puerta en la cara y se van.
También encontramos camicaces que parecen pretender pararlo con su cuerpo, tal vez piensen "si me pongo delante, parará", pero ¿y cuando no es así? ¿realmente merece la pena perder la vida delante de un autobús por no llegar tarde? Hombre, parece la excusa perfecta para llegar tarde "no es que no quisiera ir o llegase tarde, es que me atropelló un autobús".
Cuando mencionamos los días de lluvia, todo empeora... el tráfico denso,
esa inherente necesidad de utilizar el autobús por quienes suelen ir a
pie o en bicicleta, otros tantos que para evitar las colas kilométricas
optan por el coche... esos días puede llegar a mascarse el estrés entre la humedad y las gotas de agua, al
igual que la mala leche y la poca visibilidad, los paraguas mojados que terminan empapándote los pantalones, los
charcos que cobran vida... y al final, lamentas no haber ido tu también en
coche. Aunque también es cierto que muchas veces llegamos a sentirnos
invadidos, amenazados por un vehículo que triplica nuestro coche, pegado
en exceso a la parte trasera de nuestro coche y sólo tengas un pensamiento en la cabeza "como frene, me come".
No podemos olvidar a quien quiere evitar dar la vuelta, o la impaciencia por cruzar la calle le puede, y pasa por delante del autobús estando parado sin saber qué habrá al otro lado, si le dará tiempo al resto de conductores a esquivarlo o si por el contrario provocará un choque en cadena, o si le dará tiempo a frenar a quien vaya en moto, si su pasajero saldrá despedido y se estampará contra algún coche en dirección contraria, o peor aún, bajo otro autobús, ni si este conductor lo arrollará o le dará tiempo a frenar, lesionando a su vez a sus pasajeros, que muchas veces ni siquiera van sujetos a las agarraderas, bien por falta de sitio, bien por "pereza", por no contar las veces que la escasa frecuencia de vehículos hace que esté tan lleno que apenas haya espacio para respirar sin oler a quien tienes al lado, porque aunque nunca se cumpla en hora punta, por algo todos los autobuses tienen un número máximo de pasajeros, tanto de pie como sentados. Pero es imposible respetarlo cuando las colas de espera en las paradas son eternas, debidas precisamente a los retrasos que llevan por ir recogiendo a todas las ancianas que iban paseando. Sin olvidar que parece que Tussam no cuenta con las necesidades de muchos usuarios que optan por el transporte público ni con el tráfico que puedan encontrarse en sus recorridos.
Quizás deberíamos plantearnos que no somos los únicos afectados, quizás deberíamos ponernos en el lugar del conductor que no puede hacer frente a una multa por abrir la puerta a un pasajero fuera de la parada, o cómo se sentirá tras ser el culpable de un accidente, la impotencia que sufrirá al ver arrollado a un peatón, por no haber podido evitarlo, por no haberse pegado más al turismo que tenía justo delante ya que si lo hubiese hecho, ese peatón no podría haber pasado.